“Realidad engañosa. Esa ‘normalidad’ no existe. Hay que residir aquí, comprobar que la cuerda aprieta cada día un poco más y rasga la piel, ya sin subterfugios ni disimulos, a degüello”.
Esta mañana justo antes de salir de casa para la manifestación a favor de la unidad de España, Olga me ha enviado el texto que reproduzco a continuación. Es tan lúcido que duele: “Esa apariencia de normalidad es una crueldad para los que vivimos aquí …” Le he preguntado si podía subirlo al blog. Una vez que tenía su consentimiento me he despedido con prisas porque me iba al centro de Madrid de “mani”, por la tarde lo subiría y se lo mandaría. Ella se iba a la manifestación de su pueblo, Vilassar de Mar.
A las 13.29 Olga colgaba un tuit con la foto del encabezamiento y el siguiente texto: “Vilassar de Mar: ni un alma, ni bandera de España en el Ayuntamiento. Yo sola, el Mono y mi carajillo de anís. ¡No hay miedo! dicen”.
Cuando lo he leído yo estaba rodeada por cientos de banderas españolas y un extraordinario ambiente de unidad. Me he preguntado por enésima vez cómo hemos llegado hasta aquí. La soledad y la tristeza más absoluta: la de Olga y la de tantos catalanes que viven en pequeños municipios.
La ‘normalidad’ catalana, su souvenir
Cualquiera que pasara unos días en Cataluña diría que se impone la normalidad, que no se ve alterada la convivencia más allá de las manifestaciones, ora de adolescentes y universitarios, ora de tractores o dementes unidos con su delirio exacerbado… Esa apariencia de normalidad es una crueldad para los que vivimos aquí abandonados doblemente por el gobierno de aquí y el gobierno de acullá.
La ‘normalidad’ que vive un turista en zona turística, la que se lleva en su maleta, en sus bolsillos y en su mente como souvenir es dosis añadida de impotencia. Un altavoz que regresa a casa, dentro o fuera de España, afirmando que es una revolución festiva y pacífica, ejemplar, que no se han sentido atacados ni siquiera siendo españoles. Realidad engañosa. Esa ‘normalidad’ no existe. Hay que residir aquí, comprobar que la cuerda aprieta cada día un poco más y rasga la piel, ya sin subterfugios ni disimulos, a degüello.
Vivimos en la imposición todos, aunque algunos aún siendo minoría crean lo contrario y se manifiesten y rompan la convivencia convencidos de que han elegido libremente. Marionetas , piezas del engranaje. Marionetas incapaces de detenerse y pensar con sensatez, cualquier prédica, cualquier consigna o revelación es palabra de Dios. Y amén, porque Dios, por supuesto, también fue catalán. Marionetas incapaces de detenerse para razonar, algunos no ignoran que si se detienen los pisan, los aplastan…los suyos, sus familiares, sus amigos, los que ayer ondeaban con ellos la estelada hermanadamente.
Nuevos apestados. En su contra, con respecto a los apestados de siempre, la falta de fortaleza, firmeza, aplomo y experiencia para lidiar con los cafres -sus cafres-, y la capacidad para asumir la pérdida y el daño. DAÑO. En mayúsculas. El futuro no es nada halagüeño, hará falta mucho tiempo para reconducir y reparar, y ya se sabe: no hay jarrón hecho pedazos al que no se le aprecie de por vida el estropicio, no importa el empeño puesto en su reparación.
Ni siquiera un #Momentocarajillo de anís nos salva.