Es un clásico aquello de que la cara es el espejo del alma. Como tal frase hecha, pudiera parecer que no tiene mayor fundamento. Pero oigan, exista o no un fundamento más o menos científico, lo cierto es que si uno dedica un rato a comparar imágenes acaba asumiendo que pocas verdades tan irrefutables podemos encontrar en el repertorio de máximas populares.
Cojan por ejemplo un mitin de los que acostumbra a cometer, que no celebrar, el dictador venezolano Nicolás Maduro. Empezando por el patético protagonista, siguiendo por los militares que suelen hacerle de telón de fondo (pruebas vivientes de aquella otra frase sobre monas y vestidos de seda) y acabando por las primeras filas de bípedos que compiten por evidenciar el mayor ardor bolivariano, no hallarán ustedes un semblante que no muestre odio, rencor, violencia apenas contenida y esa indefinida expresión de quien desde la nada ha alcanzado una…
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